Miles de personas han llegado a Aley, una ciudad situada a unos 19 kilómetros de Beirut, tras huir de la escalada de ataques aéreos de Israel contra Hezbollah en el sur de Líbano. Se estima que el número de desplazados ha alcanzado los 10,000, muchos de los cuales se han refugiado en escuelas y edificios públicos convertidos en albergues.
Badr Zeidan, gobernador del distrito, ha coordinado los esfuerzos de asistencia y ha señalado que algunos residentes han donado sus propios apartamentos para ayudar a los afectados. «Los estamos registrando y distribuyendo en escuelas y casas desocupadas», comentó.
Nasreen, una de las desplazadas, relató a The Independent su desgarradora travesía desde Qana hasta Aley, un viaje que normalmente toma una hora y que se alargó a 20 horas debido al caos y el pánico. “Mis hijos entraron en pánico y decidimos irnos cuando los bombardeos se acercaban”, explicó.
La situación se ha vuelto cada vez más crítica. Según el Ministerio de Salud de Líbano, al menos 558 personas han muerto en los últimos dos días, incluyendo a 50 niños y 94 mujeres, en lo que muchos consideran una ofensiva brutal contra civiles. Filippo Grandi, alto comisionado de la ONU para los Refugiados, confirmó la muerte de dos empleados de la organización en recientes ataques.
Los ataques continúan y, en respuesta, Hezbollah ha lanzado cohetes hacia Israel. La cifra de heridos en Líbano ha superado los 1,800. En Beirut, al menos seis personas murieron en un nuevo ataque aéreo, mientras que el ejército israelí anunció la eliminación de un comandante de Hezbollah.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, instó a los civiles a evacuar áreas cercanas a los depósitos de armas de Hezbollah, pero muchos residentes no saben que viven cerca de estos objetivos. “Nuestra guerra no es con ustedes, es con Hezbollah”, enfatizó Netanyahu.
La crisis humanitaria se agrava en Aley, donde la funcionaria Laura Mukhtar abu Hassan, que coordina la asistencia, advirtió sobre la necesidad urgente de alimentos, medicinas y productos básicos. «La gente llega en condiciones muy precarias», dijo, mostrando una lista de suministros necesarios.
Jadi Hassan Abdallah, un refugiado de Maarakeh, expresó su preocupación por el futuro: “Solo traemos la ropa que llevamos puesta. No sabemos dónde pasaremos las próximas semanas ni cómo podremos mantenernos”.
La situación en Líbano es alarmante, y muchos temen que esto sea solo el preludio de una guerra de gran escala, recordando el conflicto de 2006, que dejó profundas cicatrices en la región.