En una imagen que hoy cobra un significado profundamente simbólico, el nuevo Papa León XIV, nacido Robert Francis Prevost Martínez, aparece estrechando la mano de quien es considerado uno de los pontífices más influyentes del siglo XX: Juan Pablo II. Aquella fotografía, tomada en 1982, captó el momento en que el joven reverendo estadounidense, recién ordenado a los 27 años, recibió la bendición personal de Karol Wojtyla, entonces en los primeros años de su pontificado.
La escena tuvo lugar en el contexto de un encuentro que marcó a Prevost profundamente y que, según sus allegados, avivó en él la vocación misionera y el compromiso con una Iglesia global. La parroquia de Santa María de la Asunción en Chicago, donde nació en 1955 y fue formado en la fe, aún conserva con orgullo esa instantánea histórica. La incluyó en su libro conmemorativo de 1986, al cumplir su primer centenario, como testimonio de uno de los momentos más memorables de su historia.
En aquel entonces, Juan Pablo II, símbolo de la resistencia espiritual frente al comunismo y arquitecto de una Iglesia evangelizadora, había sido elegido Papa en 1978, apenas cuatro años antes. Su figura inspiró a una generación de sacerdotes jóvenes, entre ellos Prevost, hoy León XIV, quien ha sido llamado a continuar la misión de llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo.
Ese apretón de manos entre dos líderes separados por una generación pero unidos por una visión común de la Iglesia, ha cobrado nueva vida con la elección de León XIV como sucesor de Pedro. Un gesto simple, pero cargado de historia y significado.
